BERGOGLIO:
LA REALIDAD DETRÁS DE LA CORTINA
EXCELENTE RECOPILACIÓN DE VERBITSKY. SI QUIERES
SABER QUIEN ES VERDADERAMENTE EL HOMBRE QUE FUE NOMBRADO PAPA NO PUEDES DEJAR
DE LEER ESTA NOTA. SABEMOS QUE ES UN POCO LARGA PERO REALMENTE VALE LA PENA!
El 10 de abril de 2005, el periodista analizó
en la Página 12 las posibilidades de que Bergoglio fuera elegido Papa, lo que
sucedió ahora 8 años después. ¿Quién es Francisco I? ¿Cuál fue su rol durante
la dictadura militar?
PAPABILIDADES
El eventual papa argentino que mencionan
especialistas y agencias noticiosas volcaría todo el peso del Vaticano en
contra de la revisión de los crímenes de la dictadura. Bergoglio es la
personalidad más avasalladora y conflictiva de la Iglesia argentina en décadas,
amado y execrado por igual, como testimonia la dividida Compañía de Jesús. El
secuestro de cuatro sacerdotes, la distinción académica a Massera y los manejos
económicos de la USAL. ¿Es posible un Pontífice de Guardia de Hierro?
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge
Bergoglio, a quien vaticanistas y agencias noticiosas mencionan como uno de los
candidatos a la sucesión papal, es la personalidad más avasalladora y
conflictiva de la Iglesia argentina en décadas, amado por unos y execrado por
otros. Según la fuente que se consulte es el hombre más generoso e inteligente
que alguna vez haya dicho misa en el país o un maquiavélico felón que traicionó
a sus hermanos y los entregó a la desaparición y la tortura por la Junta
Militar en aras de una insaciable ambición de poder. A continuación, la
historia secreta de quien, en caso de convertirse en Papa, volcaría todo el
peso de la Iglesia en contra de la revisión judicial de los crímenes cometidos
durante la dictadura militar, de lo cual ofreció un anticipo esta semana al
fustigar a los “progresistas adolescentes” y motivó la respuesta de Néstor
Kirchner de que prefería ser adolescente toda la vida a perder sus
convicciones. La presencia de Menem y Duhalde en la Ciudad donde se elegirá al
Pontífice no vale un voto, pero traduce un deseo. El primero pasó sobres
mensuales a los obispos adictos a través de Esteban Caselli y así hasta
consiguió que el vocero vaticano Joaquín Navarro Valls rectificara una
admonición de Juan Pablo II a su gobierno. El segundo llegó al poder que las
urnas le negaron montado en una coalición de obispos, sindicalistas, políticos
bonaerenses y hombres de negocios que propiciaban la devaluación de la moneda,
propósitos políticos y económicos encubiertos bajo el pomposo nombre de Diálogo
Argentino, en la más audaz incursión pública de la Iglesia desde la conclusión
de la dictadura. Con Duhalde (cuyo estratega era el ex Guardián Juan Carlos
Mazzon) Bergoglio intentó cerrar el capítulo de la revisión por los crímenes de
la guerra sucia y acuñó el slogan de la “Memoria completa”.
CONSERVADOR
POPULAR
Bergoglio reúne en sí dos rasgos que no
siempre van juntos: es un conservador extremo en materias dogmáticas y posee
una marcada sensibilidad social. Es lo que en la política argentina se conoce
como un conservador popular. En privado se autodefine como peronista y su grupo
de referencia es Guardia de Hierro, bautizado así en homenaje a la organización
paramilitar antisemita rumana del mismo nombre, fundada por Corneliu Codreanu.
Desde su emergencia como el nuevo hombre fuerte de la Iglesia argentina la
Conferencia Episcopal emitió declaraciones fustigando la corrupción y exaltando
“las conquistas sociales y la dignidad de los trabajadores”. Esa línea fue
diseñada como vía de escape de los cuestionamientos por la actuación episcopal
bajo la dictadura, que se reavivaron en 1995 con la revelación de que la
jerarquía eclesiástica había aprobado los métodos bárbaros de ejecución de
prisioneros y que los capellanes se encargaban de acallar con parábolas
bíblicas los escrúpulos de los oficiales que dudaban de la legitimidad de las
órdenes de arrojar a prisioneros indefensos al mar.
Bergoglio trabó contacto con Guardia de
Hierro a principios de la década de 1970 y no lo perdió desde entonces. Esto
implicó relaciones especiales con el gobierno de la fugaz presidenta María
Estela Martínez de Perón y con el representante de la Armada en la Junta
Militar que la derrocó, Emilio Massera. Su espectacular irrupción en la década
pasada como sucesor del cardenal Antonio Quarracino colocó en la escena pública
un debate sobre su personalidad y su conducta que se expresa en una paradoja:
fue el primer jesuita en alcanzar el cardenalato y el arzobispado de Buenos
Aires y sin embargo carece de toda relación con la Compañía de Jesús, donde su
nombre es denostado. Que Quarracino lo haya elegido como sucesor sólo
sorprendió a quienes se fijaban en aspectos exteriores: uno era chabacano y
hedonista, el otro es culto, sofisticado y austero. Pero desde distintas
jerarquías y con años de distancia ambos fueron partícipes del movimiento de
renovación del Concilio Vaticano II y tuvieron afinidades con la teología de la
liberación, pero abjuraron de ella (y de los compromisos asumidos en
consecuencia) cuando la represión castrense desconoció cualquier límite y se
volvió incluso hacia el interior de la Iglesia. La conversión de Quarracino se
produjo en 1971 durante la dictadura del general Alejandro Lanusse luego de
haber afirmado, en mayo de 1968, que “una cierta violencia” era necesaria para
“una auténtica y profunda renovación de estructuras, una verdadera revolución
social”. La de Bergoglio se produjo al aproximarse el golpe de 1976, cuando
disciplinó a la Compañía de Jesús y dejó librados a su suerte a los integrantes
que no quisieron abandonar a los sectores populares. Esta historia es un
secreto que la gran prensa argentina guarda con tanto empeño como el que puso
hace tres décadas en ignorar el método de la desaparición de personas aplicado
por la Junta Militar. En cambio los corresponsales de la prensa extranjera
tratan de reconstruir la historia para entender al candidato, sobre el que ya
se han publicado artículos críticos en medios de Brasil, México y Francia.
IGLESIA Y
DICTADURA
En su libro Iglesia y dictadura, editado en
1986, cuando Bergoglio no era conocido fuera del mundo eclesiástico, Emilio
Mignone lo mencionó como ejemplo de “la siniestra complicidad” eclesiástica con
los militares, que “se encargaron de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio
interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados”. Según el fundador
del Centro de Estudios Legales y Sociales “en algunas ocasiones la luz verde
fue dada por los mismos obispos. El 23 de mayo de 1976 la Infantería de Marina
detuvo en el barrio del Bajo Flores al presbítero Orlando Yorio y lo mantuvo
durante cinco meses en calidad de desaparecido. Una semana antes de la
detención, el arzobispo Juan Carlos Aramburu le había retirado las licencias
ministeriales, sin motivo ni explicación. Por distintas expresiones escuchadas
por Yorio en su cautividad en la ESMA, resulta claro que la Armada interpretó
tal decisión y, posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su provincial
jesuita, Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder contra él”.
Mignone lo cuenta entre los “pastores que entregaron sus ovejas”. Junto con
Yorio también fueron secuestrados otros tres jesuitas que trabajaban en la
misma comunidad eclesial de base: Luis Dourrón, Enrique Rastellini y Francisco
Jalics. “Bergoglio les pidió que se fueran de la villa de Flores y cuando se
negaron hizo saber a los militares que no los protegía más, y con ese guiño los
secuestraron. Cuando salieron los dejó librados a su suerte, y otros como
Miguel Hesayne y Jorge Novak tuvieron que protegerlos”, sostiene un sacerdote
jesuita que teme represalias si se conociera su nombre. El propio Yorio, un par
de años antes de morir, me dijo que Bergoglio “tenía comunicación con Massera,
le habrían informado que yo era el jefe de los guerrilleros y por eso se lavó
las manos y tuvo esa actitud doble. No esperaba que saliera vivo”. La polémica
posterior es conocida. El cardenal aduce en su descargo que no entregó a los
sacerdotes sino que les reclamó que dejaran la comunidad del Bajo Flores para
protegerlos porque sabía que la represión sería despiadada. Como no aceptaron,
les indicó que debían alejarse de la Compañía de Jesús. Es decir que aun en su
versión autoindulgente de los hechos, la suerte de los sacerdotes fue
subordinada a la de la institución. Las pruebas que zanjan la discusión se reproducen
en estas páginas.
EL PAPA
NEGRO
Organizada en el siglo XVI por el futuro San
Ignacio (el caballero vasco Iñigo López de Loyola), la Compañía de Jesús fue
una milicia intransigente al servicio del papado que partió en batalla contra
la reforma protestante iniciada por Lutero. Los Ejercicios espirituales en los
que sistematizó su devoción fueron un instrumento de acción católica laica en
el mundo, que superó el enclaustramiento de la Iglesia medieval. Privilegiando
los sacramentos de la comunión y la confesión los jesuitas simbolizaron la
obediencia al papado tanto como los protestantes la rebelión. Por una ironía de
la historia cuatro siglos más tarde esa fuerza ultraconservadora se convirtió
en la vanguardia de la renovación de la Iglesia y del cuestionamiento al
integrismo que pretendía someter al mundo moderno a la obediencia del
Pontífice. A las tareas clásicas de la Compañía, como la educación, los
jesuitas que a mediados del siglo pasado estudiaron teología y filosofía en
Roma, París y Lovaina agregaron al apostolado social y la rebeldía contra las
injusticias del mundo. Su padre superior, el español Pedro Arrupe llegó a ser
llamado El Papa Negro, mientras en toda América florecían los centros jesuitas
de estudios económico-sociales. En ese contexto, Bergoglio fue designado
Superior Provincial de la Compañía en la Argentina en 1973, el año del regreso
de Juan D. Perón al gobierno. Al concluir su período de tres años fue reelecto
por otro tanto. “La formación jesuítica lleva 14 años y culmina a los 32 de
edad. Bergoglio tenía apenas 36 y era el candidato de la gente más progresista,
sin ser revolucionario. Era una época de cambios y Arrupe promovía a los
jóvenes”, narra otro sacerdote jesuita, que hace tres décadas fue amigo de
Bergoglio y hoy lo considera “un enfermo de poder”.
LA LIMPIEZA
En esos años posteriores al Concilio Vaticano
II cerca de un tercio de los estudiantes y sacerdotes de la Compañía dejaron la
Iglesia, por razones personales, ideológicas o institucionales. “A los nuevos
que entraban, Bergoglio les dio un marco de contención más rígido y
estructurado. Esto se agudizó después de 1976, cuando su opción se inclinó por
lo más tradicional. Esto produjo un tipo de estructura jesuítica diferente a la
del resto de América Latina y generó mucho aislamiento de la Provincia
argentina” de esa organización, dice el sacerdote. Los jesuitas formados por
Bergoglio siguen una línea dogmática tradicional, pero “hacen la pastoral de
fin de semana con los pobres. Les infundió una visión sacramentalista, acrítica
y muy asistencialista”, añade un sacerdote que lo conoce bien. “Cultiva el bajo
perfil. Está honestamente preocupado por los pobres, vive su espiritualidad. Es
encantador, conquistador, muy austero, lleva siempre el mismo traje viejo, anda
con zapatos gastados, viaja en colectivo y en subterráneo.” Según el sacerdote,
Bergoglio “trató de desarmar el centro de estudios de la Compañía, el CIAS,
donde estaban los sacerdotes Fernando Storni y Vicente Pellegrini. En la
revista que editaban se publicó el artículo de Pellegrini sobre la represión
que reprodujo Jacobo Timerman y provocó la clausura de La Opinión”, dice. “Eran
unos snobs intelectuales”, desdeñan quienes avalan a Bergoglio. Otro documento
que se conserva en el archivo de la Cancillería, producido a principios de la
década de 1980 por un servicio de informaciones bajo el título “Nuevo
copamiento de los jesuitas argentinos”, afirma que “a pesar de la buena
voluntad del padre Bergoglio, la Compañía en Argentina no se ha limpiado. Los
jesuitas zurdos se han cuidado por un tiempo. Ahora, con gran apoyo del
exterior y de ciertos obispos tercermundistas han comenzado una nueva etapa”.
Al concluir su ciclo como Provincial,
Bergoglio fue sucedido por el flamenco belga Andrés Swinnen. Bergoglio asumió como
Rector de la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel, por otros seis
años, y desde allí siguió influyendo en la Compañía, donde el nuevo Provincial
nunca tuvo suficiente consenso como para eclipsarlo. En esos doce años formó
una generación de jesuitas, como maestro de novicios y con los libros de
espiritualidad que escribió. Luego de un breve paso por Alemania, Bergoglio
volvió a la Argentina. Con el fin de la dictadura, su poder se eclipsó y quedó
en una atípica relación: sigue siendo jesuita, aunque sin obediencia a la
Compañía. En 1985 fue trasladado a una Casa de la Compañía en Córdoba. Personas
próximas a él cuentan que allí estuvo virtualmente secuestrado. “Decían que
estaba loco y lo tenían encerrado, no le pasaban las llamadas, presuntamente
para protegerlo.” Una de las más altas autoridades de la Compañía no niega los
hechos, aunque les da una explicación diferente. “Puede ser, no digo que no
haya ocurrido así. Los conflictos internos fueron muy serios, tanto por la
línea seguida como por el modo de gobierno y por cierto maquiavelismo. Para él,
vale todo. Si se estaba tratando de cambiar la orientación de la Compañía, es
probable que no le pasaran llamadas de los estudiantes, porque hubiera
perturbado ese trabajo de cambio”, admite. El retrato con el que coinciden
varios laicos que lo trataron es el de un psicópata seductor e inescrupuloso.
En 1985, en lugar de Swinnen fue designado Provincial el presidente de la
Conferencia Argentina de Religiosos (CAR), Víctor Zorzín, sucedido seis años después
por Ignacio García Mata.
La fractura fue tan marcada que
congregaciones que tienen la misma espiritualidad que los jesuitas, como las
Esclavas, el Sagrado Corazón, las Hijas de Jesús, o la Compañía de María, que
normalmente recurrían a jesuitas argentinos para sus ejercicios espirituales
anuales o para sus cursos de teología, comenzaron a invitar a sacerdotes
jesuitas de otras nacionalidades. La gravedad del conflicto llegó a tal punto
que en 1997, cuando Bergoglio asumió como arzobispo porteño la Compañía decidió
no designar como provincial a un jesuita argentino, para evitar roces, sino al
sacerdote colombiano Alvaro Restrepo. Pero la Compañía argentina continúa
profundamente dividida y Bergoglio aún conserva influencia.
Al describir su personalidad, su ex amigo
jesuita dice que Bergoglio es un hombre de gran carisma para relacionarse. “Es
capaz de acompañar toda la noche a un cura enfermo. Cuando era coadjutor iba a
vivir a las parroquias. Les daba una semana de vacaciones a los curas y él se
quedaba en su lugar. Así se ganó al clero joven. No es distante ni hace frías
visitas de inspección.” Un obispo que no autorizó que se revelara su identidad,
se refería a él en términos muy similares: “Es un hombre muy peligroso. Si
tiene un cura enfermo lo va a ver y se queda toda la noche. Un horror. Yo voy
de visita pero me quedo diez minutos”. “Bergoglio es el responsable de que la
Compañía de Jesús argentina sea retrógrada, espiritualista, conservadora, con
una postura cercana al integrismo, lo cual es un caso único en el mundo, donde
los jesuitas se destacan por lo contrario”, afirma un estudioso de la Compañía.
“Una generación entera de jesuitas fue formada por Bergoglio en el culto a la
personalidad, el clientelismo y la obsecuencia. Visita a los curitas y les
soluciona problemas, les ofrece una computadora o un viajecito de vacaciones.
En todo el mundo los jesuitas son vanguardia, acá trogloditas”, agrega. En
pocos días más se sabrá si el Colegio de Cardenales dispone que ese mismo
destino le aguarde a la Iglesia Universal y sobre la Argentina caigan las
sombras del oscurantismo.