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EL ATENTADO DE BOSTON


EL ATENTADO DE BOSTON
Antonio Zapata

El acto terrorista en la maratón de Boston está siendo interpretado de dos maneras distintas. Por un lado, la gran prensa enfatiza en el islamismo de los hermanos Tsarnaev, culpables de la instalación de las destructivas bombas caseras. Así, sería un crimen cometido a causa de la larga guerra de EE.UU. contra el terrorismo fundamentalista islámico y habría una conexión directa entre las Torres Gemelas y este último atentado.

Por otro lado, como causa de fondo de la situación, la prensa alternativa subraya la magnitud de la violencia criminal interna. En esta lógica, se recuerda que en los últimos veinte años se han producido sesenta matanzas en escuelas, bibliotecas y otros lugares públicos estadounidenses. Estos casos no guardan relación alguna con el llamado “choque de civilizaciones” descrito por Samuel Huntington.

Por el contrario, las estadísticas norteamericanas evidencian la elevada recurrencia a violencia con armas de fuego. Hace poco, una última impactante matanza llevó al presidente Obama a plantear modificar la ley de tenencia de armas, que permite su venta casi indiscriminada.

El año pasado hubo cerca de diez mil muertes por armas de fuego en EE.UU. Ello significa aproximadamente treinta asesinatos a balazos diarios, algo más de uno por hora. Además, debe añadirse crímenes cometidos con otro tipo de armas. Como consecuencia, EE.UU. es un país bastante peligroso.

Ahora bien, la proliferación de armas es la base del problema, pero no la causa. Bien podría imaginarse una sociedad donde se venda libremente armas y que no necesariamente la gente se mate con la intensidad que lo hacen en EE.UU.

A riesgo de simplificar, las causas internas de su criminalidad se concentran en dos variables. Por un lado, EE.UU. es una sociedad muy desigual. Las diferencias entre pobres y ricos son inmensas. Ninguna sociedad occidental desarrollada es tan desigual como EE.UU. Según el índice Gini, en una lista de 160 países, donde el primer puesto lo ocupa Noruega –el país menos desigual del mundo– EE.UU. ocupa la posición 118, casi idéntica al Perú, que se halla en la casilla 127. Es decir, EE.UU. se encuentra en posiciones tercermundistas e incluso por detrás de algunos países emblemáticos; por ejemplo, India, Turquía y Argentina se hallan delante de EE.UU.

La enorme distancia entre pobres y ricos es fundamental porque es un mito concebir a EE.UU. como una sociedad clasemediera. Por el contrario, se trata de una sociedad profundamente heterogénea.

Esa disparidad se ve agravada por el fracaso del multiculturalismo. Lejos de unificar a su sociedad, ha producido ghettos, donde grupos diversos recrean su cultura con cierta libertad, pero sin mezclarse jamás. Además, es un multiculturalismo jerárquico, los anglosajones dominan y los demás son tolerados en condición de eterna inferioridad. Así, se entiende la expresión crucial del hermano mayor de los Tsarnaev, “no tengo ningún amigo norteamericano, no los entiendo”.

La vida cotidiana de una franja crítica de la población estadounidense es el desarraigo cultural, condenada a la pobreza viendo circular a los grandes millonarios del mundo. La rabia es inmensa, generando frustraciones canalizadas al asesinato, debido a la abundancia de armas de fuego y al hábito de emplearlas para perpetrar todo tipo de violencia criminal.

Por su lado, también es cierto que el atentado de Boston guarda relación con el fundamentalismo terrorista; solo puede explicarse empleando elementos de las dos versiones que se hallan en la prensa de estos días. Podría tratarse de yihadistas individuales que actuaron por su incapacidad para asimilarse a la sociedad profundamente discriminadora que los acogió.

Así, se abre un gran dilema para la clase política estadounidense, ¿cómo evitar la repetición de estos atentados? ¿Hasta dónde deben reformar su sociedad, evitando que se vuelva la más peligrosa del planeta? Puesto que la condición de elevada inseguridad interna puede ser la causa última de su definitivo retroceso internacional.

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