EL
MITO MODERNO DE LO “SOSTENIBLE”
Y
a seguir destruyendo el planeta
Por
Guadalupe Rodríguez
No
sólo la publicidad y los medios de comunicación, también las políticas
institucionales, llevan un tiempo convenciéndonos de que producir y comprar
masivamente puede contribuir a salvar el mundo.
El
que llaman consumo “sostenible”-que abarca no sólo productos necesarios, sino
también productos superfluos y de gran lujo- crea la falsa impresión de un
comportamiento ético o responsable. Pero el acto de comprar por comprar no
puede ser nunca sostenible. El modo de vida en torno al consumo lleva implícita
la idea de 'no prescindir de nada'. Un auténtico compromiso con el planeta
implicaría más bien rechazar de plano ciertas áreas del consumo.
'Sostenible'
significa “especialmente en ecología y economía, que se puede mantener durante
largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente.
Desarrollo, economía sostenible”. Es la definición del diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española RAE.
Pero lo
“sostenible” está tan manoseado que en ocasiones resulta confuso. Empresas,
gobiernos y medios de comunicación utilizan esta palabra de manera
deliberadamente abusiva.
Un recurso
natural se utiliza de forma sostenible si no se agota, si es posible su
regeneración y su producción y reproducción futura. Una producción
auténticamente sostenible de bienes o servicios requerirá una organización de
la vida en torno a la auténtica protección de la naturaleza, de la conservación
de la biodiversidad. No sólo local, sino también nacional y globalmente,
atendiendo a proteger ecosistemas y poblaciones y atendiendo a sus necesidades.
La mayor parte de esquemas de evaluar la sostenibilidad se centran sin embargo
en aspectos casi exclusivamente económicos ignorando lo ecológico y lo social.
Así sucede cuando se habla por ejemplo de minería sostenible, o producción
sostenible de energía. La consideración del aspecto sostenible es demasiado
estrecha y apunta más bien a justificar estas actividades, e incluso a
imponerlas.
BLING,
BLING, EL BRILLO QUE DESLUMBRA
En la vida
diaria, las ciudadanas y ciudadanos llegamos a doblegar demasiado a menudo
nuestra voluntad ante bienes, servicios y objetos de consumo que requieren
grandes cantidades de materias primas y energía: electricidad y calefacción,
telecomunicaciones, grandes infraestructuras, tecnología, transporte de
personas y mercancías. Comer carne y productos lácteos, utilizar cosméticos y
productos de belleza, gadgets electrónicos -ipads, ipods, toda clase teléfonos
móviles, ordenadores, consolas-, volar barato, renovar continuamente el
vestuario, joyas, beber refrescos de las grandes multinacionales....Todas estas
tendencias nos arrollan imponiéndosenos, pero no mejoran realmente nuestra
calidad de vida. Pero sí concentran ganancias y poder en manos de las grandes
empresas e industrias que se esfuerzan por todos los medios de convencernos de
que sigamos comprando por comprar.
¿MULTINACIONALES
SOSTENIBLES?
Muchos
compradores están saturados y en realidad poseen ya todo lo que necesitan. El
slogan publicitario pasa a ser el de que “comprando, salvamos el mundo”. Cada
vez más empresas se unen a la tendencia de “defender la naturaleza”. Saben que
esto les produce sustanciosos beneficios.
Acusada de
acaparar las fuentes de agua comunitarias en lugares como México o la India,
hasta la Coca Cola se dice sostenible. Igualmente chocante es que se digan
sostenibles megaempresas multinacionales como Ikea, que vende cien millones de
muebles cada año en todo el mundo para los que demanda 12 millones de metros
cúbicos de madera; o que una línea aérea como Lufthansa quiera volar
sosteniblemente, cuando utiliza 30 millones de litros combustible al año, y
emite a la atmósfera una cantidad inmensa de gases dañinos para el clima.
Por su
parte, otras multinacionales como Zara, Adidas, o Walmart producen y venden en
forma masiva, destrozando tejidos empresariales locales, explotando
trabajadores, tercerizando las producciones, esclavizando seres humanos y
afectando severamente al medio. Que se denominen sostenibles no es ético, ni
mucho menos ecológico.
Producir
continuamente tal cantidad masiva de 'bienes' y obtener las materias primas y
energía necesarias para producirlos, conduce sin dudas a hipotecar a la
humanidad y el patrimonio ecológico. Las super-ofertas las paga pues siempre la
naturaleza.
LA
MALDICIÓN DE LAS MATERIAS PRIMAS
Oro, plata,
cobre, níquel, litio, aceite de palma o de soja, caña de azúcar, cacao, café,
algodón, salmón o camarones son recursos mineros y productos agroindustriales
de alta demanda. Presentar la extracción y la producción industrial a gran
escala de cualquiera de estas materias primas como “sostenible” es la gran
mentira verde de nuestro tiempo. Allá donde existen estos recursos existe el
riesgo de que las multinacionales obtengan concesiones para su explotación.
La minería
industrial a cielo abierto y a gran escala ni es ni podrá nunca ser sostenible,
aunque las grandes compañías mineras como Barrick, Rio Tinto o Anglogold llenen
sus páginas web con esta palabra. Tampoco es en ningún caso sostenible la
agricultura industrial a gran escala o agronegocio, que requiere un
acaparamiento sin precedentes de tierras de cultivo que previamente era
trabajada por poblaciones rurales; y el uso masivo de agrotóxicos para el
control de las plagas y el aumento de la productividad. Para muestra un botón,
Monsanto, el gigante de las semillas transgénicas intenta por todos los medios
también darse una imagen sostenible al tiempo que pasa como una apisonadora
sobre la agricultura tradicional acabando literalmente con la vida rural de
muchas regiones y así con la existencia de muchas comunidades y familias
campesinas. Por eso, tampoco son entonces sostenibles los productos producidos
a partir de estas materias primas. Ni la extracción de carbón, de gas o de
petróleo. Ni su transporte, distribución venta o consumo. Todas las grandes
empresas petroleras como hablan incisivamente de sostenibilidad en sus webs,
incluida BP, causante de la más reciente gran catástrofe petrolera en el Golfo
de México, pero también Shell, Chevron o Repsol, todas ellas ligadas a
violaciones de derechos humanos, contaminación del medio natural y accidentes y
derrames petroleros de diversa consideración.
La
resistencia ciudadana y rural cada vez más numerosa no es pues gratuita, sino
que obedece a la elevada preocupación de los pueblos por sus derechos
fundamentales y por el medio natural circundante.
MÁS
Y MÁS CRECIMIENTO...
Los mercados
son globales, se impone más “crecimiento” como “solución” para la crisis
económica. El sistema establece que todo el tiempo hay que producir y vender
“algo”. Para impulsar tal crecimiento irracional, políticamente se deciden,
aprueban y fomentan toda clase de infraestructuras, proyectos extractivos de
materias primas mineras, petróleo, gas y comoditties agrícolas. Las
transnacionales hacen cifras récords, y concentran cada vez más la riqueza.
Problemas
globales exacerbados con la globalización como el hambre, la sequía, el cambio
climático, la destrucción de ecosistemas importantes como las últimas selvas
tropicales requieren respuestas políticas contundentes que acaben con la
corrupción y los privilegios, y que apunten a solucionar -y no a dilatar- los
problemas sociales y económicos.
El Banco
Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización de las Naciones
Unidas y sus convenciones marco -o su conferencia de desarrollo sostenible
celebrada el año pasado en Río-, van dictando las políticas económicas y
energéticas que han de ir tomando los países de ambos hemisferios Norte y Sur.
Pero estos foros están dominados por la palabra de las transnacionales, invitadas
de honor y socias de estos espacios de poder, y con toda seguridad, ninguno de
los grandes problemas de la humanidad va a solucionarse con más de lo mismo.
Formas de
organización auténticamente participativas y responsables son las que pueden
marcar el camino correcto. Volver a fomentar un tejido social basado en
diverso, lo cercano, lo local es la única puerta a un modo de vida
auténticamente sostenible.
RECUERDA:
Si te venden
la idea de lo “sostenible” a gran escala industrial no es para proteger la
naturaleza, sino para generar y mantener mercados.
Las
estrategias que promueven un uso “sostenible” de los recursos a gran escala
industrial, conducen -en medio de palabras bonitas- a pérdidas de economías
locales, de ecosistemas, de biodiversidad y de modo de vida tradicional de
pueblos rurales e indígenas.
Sí o sí,
muchos recursos, materias primas y hasta fuentes de energía como el petróleo
están al borde del agotamiento.
Nuestras
sociedades modernas están desterrando el auténtico bienestar o 'buen vivir', la
cercanía y el respeto a los demás y a la naturaleza. Muy atrás quedan aspectos
fundamentales para el ser humano como el territorio, al trabajo, la salud, la
educación e incluso el pensamiento, los sentimientos o las emociones.
No te dejes
engañar por la palabra sostenible. Sólo es una palabra. Mira siempre más allá.
Evita el consumo por imposición y por el puro gusto. Usa menos bienes de
consumo, aquellos realmente necesarios y con una vida más larga.
No te
deslumbres con el brillo del oro.