CARTA
DE UNA MUJER INDIGENA
(Gladys
Vila Pihue ha dado vida a la Carta de una Mujer Indígena, de la autora Chelita
– Sudamérica y que se encuentra en la revista “Yo Indio” Nº 4, y que tenemos el
gusto de compartir para deleite de nuestras y nuestros amigos.)
Soy una mujer indígena,
hija de la tierra y el sol, pertenezco a una raza con una cultura milenaria que
hoy conservo como un tesoro…
Convivo con lo que me
rodea, con la lluvia, el viento, la montaña, el cielo…
Soy feliz en estas
soledades… tengo tiempo para contar las estrellas, tiempo para poner mis sueños
al día, para danzar con los pájaros sintiendo el aire fresco del amanecer y
hablar en silencio con los animales, con las plantas, con los espíritus…
Sé sembrar con la Luna
los frutos del alimento, teñir la lana para hacer el tejido, hacer medicina
como me enseñó mi abuela, cantar al nuevo día.
Sé amasar sencillamente
con fidelidad y con ternura…
Soy mujer indígena,
mujer como la Madre tierra, fértil, callada, protectora y fuerte.
Yo no sé de economía,
ni de bancos, ni de política ni subvenciones.
Pero si sé cuándo mi
mundo está en peligro y sé cuándo las cosas son buenas o no.
No entiendo de muchas
cosas, a la gente del gobierno que vienen con muchas promesas, palabras de aire
cuando hay elecciones y después nada, a los que vienen a querer cambiar mi
mundo, mis vestidos, mi espiritualidad… los que roban, los que experimentan con
mis hijos, o les sacan sus órganos para los winkas ricos, los que mienten, los
que me sacan las tierras, los que me explotan, los que intercambian mi arte y
mis tejidos por comida o alcohol y me pagan una miseria por el trabajo de meses
para venderlos en las ciudades lejanas de Europa.
No entiendo a los que
se hacen mis amigos para sacarme conocimientos, los que vienen con grandes
máquinas para talar el bosque, los que agujerean la tierra para sacarle su
sangre, los que esconden en la comunidad basura en bidones para contaminarnos, los
que nos ponen vacunas, los que experimentan con mi sangre, los que tienen buena
fe y creen que vienen a ayudarme a integrarme poniéndome cables de luz y
trayendo la “caja boba” para confundirme, los que me ponen zapatos, los que
quieren cambiar mis costumbres ancestrales, los que me miran como un bicho raro
y me sacan fotos, los que quieren que baile por dinero, los que vienen con
muchas palabras bonitas a hacer iglesias en nuestros lugares sagrados, los que
intentan esclavizarme con dependencias ajenas a mi cultura, los que entran
armados en nuestras tierras para echarnos, a los extranjeros que vienen de
vacaciones de guerrilla a enfrentarme con los militares y luego se van
protegidos a sus lejanas tierras… a veces las cosas se ponen peor para nuestra
gente, nos apresan, nos matan…
Tampoco entiendo a los
que me desprecian, los que me ignoran, los que no les importo nada y me roban
todo, hasta mi dignidad…
Soy mujer indígena y sé
lo que quiero… cambiar cosas, esas cosas que duelen dentro y se van agrandando
como la impotencia, el desamparo, la destrucción, las palabras incumplidas, el
desamor y ese sentimiento de estar siendo violada constantemente.
Quiero gritar ¡Déjenme
en paz!… Quiero seguir viviendo así simplemente, con la tierra y mi gente, la
que ríe, la que crea, la que vibra la vida así como es, sin alterar las cosas, la
que comparte, la que acaricia, la que no tiene prisa y ama sin esperar nada, la
que no se aburre…
Quiero que me respeten,
soy mujer de la tierra, fuerte como el árbol que resiste al viento como el
junco en la corriente, firme como la montaña más alta, frágil como el colibrí y
dulce como los atardeceres.
Soy mujer indígena,
hija de la tierra y el sol y aunque no entienda muchas cosas, se lo que quiero,
tengo esperanza y sé que las cosas van a cambiar.